Escrito por : Orlanda Carrasco
Editado por: José Zapata
En la última década, nuestro país ha experimentado un crecimiento económico sostenido, pero recientemente la esfera social ha cobrado importancia, esto debido principalmente al incremento del número e intensidad de las exigencias sociales. Ante la crisis de la acción social del Estado han surgido múltiples Organizaciones de la Sociedad Civil cuyo objetivo es responder a los intereses colectivos de la sociedad. Sin embargo, la eclosión de este tipo de organizaciones y la implementación de escasos programas sociales emprendidos desde el Estado han estado acompañadas de un déficit de eficiencia y eficacia en su gestión. Y como resultado, estos emprendimientos sociales no han podido responder a las demandas de la colectividad. Los programas sociales del Estado y de las Organizaciones de la Sociedad Civil de nuestro país se caracterizan por un uso inadecuado de los recursos de los que disponen y por la baja calidad de la prestación de bienes y servicios que brindan. Es por ello que, muy recientemente, la gestión social y la forma organizacional de empresa social han surgido como herramientas capaces de mejorar la calidad de estos programas.
Gestionando lo social
La gestión social supone un cambio frente a la forma tradicional en cómo se han venido diseñando y ejecutando las programas sociales, pues exige la sistematización y estructuración de estos últimos, de tal forma que se desarrollen planes estratégicos que definan claramente las metas y objetivos a lograr y el curso de acción a seguir durante su ejecución. Muchos de los programas sociales en nuestro país, incluso los desarrollados por el Estado, tienen bases teóricas débiles que no definen claramente los objetivos de su actuación, incluso la mayoría de ellos se plantean metas ambiguas que derivan en la inadecuada implementación de los programas. “La falta de interés por el conocimiento teórico, que sirve de sustento a la intervención social, ha contribuido a retardar la comprensión de los programas sociales”. Es en este sentido que, la gestión social, como campo de estudio sistematizado, puede aportar esta base de conocimientos necesaria para la adecuada ejecución de los programas sociales.
Asimismo, la gestión social implica no solo una mejora en la definición de las metas, sino también, la aplicación de herramientas de la gestión que permitan resolver las barreras de los actuales programas sociales ligados con deficiencias técnicas y bajos niveles de capacidad operativa. De estas herramientas, destaca el diseño de indicadores cualitativos y cuantitativos que permitan medir el grado en que el programa social implementado conduce efectivamente al Estado deseado; es decir, el impacto que este genera en el bienestar de la sociedad a partir de los resultados específicos obtenidos. Esto último facilitará la mejora del desempeño de los programas y, de ser necesario, el rediseño de los mismos.
A pesar de “[tener] como centro y fin de su desarrollo a lo social, [esto es] que se basa en un compromiso ético con la sociedad”, la gestión social elimina el sesgo que actualmente tienen muchas Organizaciones de la Sociedad Civil y programas sociales del Estado, de desarrollar actividades asistencialistas y sin un criterio de eficiencia en el uso de recursos escasos, lo cual ha hecho que muchas de sus intervenciones sociales sean insostenibles en el largo plazo. La gestión social reconoce que su fin último es generar un impacto en el bienestar de su población beneficiaria, pero no desatiende los criterios de eficiencia y sostenibilidad. Más aún porque los recursos financieros que poseen este tipo de organizaciones y programas en el país “son fuertemente dependiente de cooperación pública y privada internacional”.
La gestión social, a diferencia de muchas de las ofertas sociales que hay actualmente en el país, considera que sus beneficiaros deben tener una participación activa en el proceso de diseño y ejecución de los programas sociales, y es en ese sentido que promueve el compromiso e involucramiento de la sociedad en los mismos. Para el enfoque de gestión social, la creación de valor supone considerar a su público objetivo como ciudadanos-clientes, ya que esto permite orientar las acciones de la organización hacia la satisfacción de las demandas desatentidas e importantes de los mismos.
Por último, la gestión social considera que los problemas que se presentan en los procesos políticos de gestión de intereses, muchas veces suponen una interferencia en la ejecución y/o conclusión del programa social, y por ello, la negociación con todos los grupos de interés involucrados es una de sus prioridades. Cabe destacar que, una de las principales deficiencias de las Organizaciones de la Sociedad Civil y los programas del Estado es que, a pesar de que varios de estos tienen objetivos compatibles, ya que se dirigen a las mismas poblaciones objetivo, no han podido articular sus propuestas sociales, y es más, incluso se identifican como rivales. Por ello, la gestión social propone como objetivo básico el establecimiento de alianzas y coaliciones estratégicas que permitan atender, en conjunto y compartiendo recursos y esfuerzos, a las demandas sociales.
Es así que, la gestión social provee herramientas que, adaptadas a las particularidades del campo social, potenciarían las fortalezas y disminuirían las debilidades de los actuales programas sociales del Estado y de las más de “49 407 Organizaciones de las Sociedad Civil identificadas en nuestro país”
Apareció la competencia: la empresa social
La gestión social se presenta como una alternativa de mejora en la forma de conducción de las intervenciones sociales, sobre todo, de la Organizaciones de la Sociedad Civil; pero no eliminar las debilidades propias de esta forma organizativa. Es por ello que, las OSC están enfrentando, por estos años, un gran desafío: la aparición de las empresas sociales.
Las Organizaciones de la Sociedad Civil están siendo cuestionadas no por su fin social, sino por ser organizaciones que no han podido superar ciertas limitaciones técnicas, de entre las que destaca el conflicto que existe entre sus preocupaciones financieras y no financieras. Asimismo, las Organizaciones de la Sociedad Civil no han logrado ser económicamente rentables, debido a la excesiva priorización hecha de sus fines sociales. El no prestar atención a los fines económicos inherentes a cualquier organización les ha restado eficiencia en la asignación de recursos y ha ocasionado que ya no puedan afrontar la demanda social a la que atendían. Otra limitación que enfrenta este tipo de organizaciones es que aún “dependen del flujo constante de donaciones”; es decir, su operatividad está condicionada casi exclusivamente a los ingresos que perciben de la filantropía de terceros, ingresos cuyos montos y frecuencia fluctúan constantemente. Y, por último, las OSC no han adoptado un enfoque de gestión que les permita identificar si las actividades que realizan cumplen con sus fines sociales. “Al confundir ingresos con utilidades, y al subestimar sus costos” no pueden determinar cuán eficientes son en el logro de sus objetivos.
Es ante estas limitaciones no superadas por las Organizaciones de las Sociedad Civil que surgen las empresas sociales. Estas se definen como “organizaciones que cubren completamente sus costos y que tienen ganancias económicas. Las empresas sociales producen bienes y servicios y los proveen a los consumidores a un precio acorde a su rol: crear beneficio social para las personas menor favorecidas”. Pero, a diferencia de las Organizaciones de la Sociedad Civil, las empresas sociales se desarrollan bajo un modelo de gestión empresarial comercial, la cual les permite operar con eficiencia; que en su caso es ofrecer la mayor cantidad de bienes a los menores costos posibles. Aunque existe la limitación de que los indicadores desarrollados para medir la eficiencia de las empresas sociales son muy costosos, estas son eficientes. Ello se observa, por ejemplo, en su orientación a la generación de excedentes; es decir, a la rentabilidad económica, la cual les permite reinvertir y asumir mayor parte del costo de los productos y servicios que ofrecen.
Además, “los inversores que aportan el capital para la creación de una empresa social tienen derecho a recuperar su inversión”, característica que no se presenta en las Organizaciones de la Sociedad Civil. Esto favorece la disposición de los mismos a invertir en ellas y obliga a la empresa social a adquirir el compromiso de asignar los recursos eficientemente. Sin embargo, existe una limitación: el volumen de inversiones sigue siendo mínimo, debido al alto riesgo que representan las mismas. Aún así, se observa eficiencia en su orientación a la sustentabilidad económica. Esto quiere decir que, ellas generan sus propios ingresos y no dependen de aportaciones de terceros para operar. A pesar de que existe cierto grado de autonomía, las empresas sociales aún deben responder ante sus inversores, los cuales podrían llegar a distorsionar el fin social de las mismas si priorizan en exceso la maximización económica. Pese a sus desventajas, este enfoque centrado en la eficiencia como medio para lograr el fin social ha convertido a la empresa social en una amenaza a la existencia de las Organizaciones de la Sociedad Civil.
A raíz de la reciente creación de la Ministerio de Inclusión Social y debido al incremento en el número de Organizaciones de la Sociedad Civil lo social seguirá adquiriendo importancia en nuestro país. Es por ello que, de la adecuada gestión que se realice de las intervenciones sociales, depende el éxito de los programas que emprenda el Estado en los próximos años y que las Organizaciones de la Sociedad Civil sobrevivan a la presión que vienen ejerciendo sobre ellas las empresas sociales. Estas últimas no deberían verse como rivales, sino más bien como formas organizativas alternativas que permitan enfrentar las demandas de nuestra sociedad. En efecto, el Estado y la sociedad organizada deberán trabajar conjuntamente para emprender acciones conjuntas destinadas a lograr el desarrollo social de nuestro país.