Por Romina Pilco
“¡Por fin serás parte de la PEA!” fueron las palabras de mi madre al contarle que ya había conseguido por fin una práctica pre-profesional, claro está que sus palabras encerraban algo más que un índice económico sino un trasfondo casi maquiavélico: “ni se te ocurra pedirme de nuevo para los pasajes”. Mas allá del deseo de mi madre, estaba muy emocionada de empezar mi vida laboral y poner en práctica aquello que la facultad me había enseñado y que por fin podría aplicar en la empresa donde me habían contratado; pero más allá de todo eso, podría costear cualquier antojo o vanidad que quisiera sin necesidad de ponerles “carita triste” a mis padres.
La alarma me despertó a las siete de la mañana en punto, después de la ducha respectiva y el desayuno gigante y especial de mamá, me puse la ropa cuidadosamente elegida la noche anterior, quería simplemente causar la mejor impresión. Mientras viajaba en el transporte público solo podía pensar en la línea de carrera que tanto habían mencionado durante la entrevista, sería realmente lindo llegar a hacer una alta ejecutiva, pues en verdad esa era la idea, el sueño de cualquier estudiante de Gestión y Alta Dirección, Mención Empresarial (el título tan particular que terminó de convencer a mis padres para autorizarme el cambio de carrera y que fue el primer paso para esto a lo que ahora denomino “aventura académica”).
Luego de caminar un par de cuadras desde el paradero, llegué a lo que se volvería mi “nueva casa”. Lo curioso fue que al momento de cruzar la puerta principal de la empresa, la personalidad arrolladora, la actitud ganadora y la seguridad se fueron tan rápido como llegaron; miles de dudas atravesaron mi mente de manera fugaz dejándome con una pregunta rondando mi mente : ¿y si no lo hago bien?
A pesar de todo, reuní toda la seguridad que pude y me acerqué al recepcionista a preguntarle dónde podría ubicar a mi futura jefa, me devolvió una mirada francamente curiosa para mi gusto y me dijo “tercer piso, en la última oficina del corredor”. Mientras me dirigía al ascensor, empecé a ver más detenidamente a mi alrededor. Ver la gran infraestructura y en especial a las personas tan dispuestas a trabajar me hizo pensar en que no por nada siempre me decían que los primeros clientes fidelizados deberían ser los empleados de tu empresa.
Cuando entré a la oficina me invadió una seguridad repentina, mi jefa era increíblemente joven y muy risueña, lo cual me dio bastante confianza en la coherencia de mis palabras y movimientos al momento de saludarla. Sorprendentemente, lo primero que me dijo fue: “no te acomodes, ya estamos a punto de partir” mientras esbozaba una sonrisa; ello me desconcertó mucho ya que imaginaba un primer día lleno de papeleos y temas en los cuales me debería poner al corriente. La segunda sorpresa del día fue notar que deberíamos ir a un asentamiento humano, ahí debíamos monitorear la realización de una actividad organizada por la empresa para los pobladores de “7 de Junio”; a pesar de que no me lo esperaba, la idea me entusiasmaba, después de todo había hecho voluntariado en una zona parecida y había disfrutado mucho la interacción con los pobladores.
Luego de unos minutos ya estábamos en el bus camino a “7 de Junio”. Ni bien llegamos, los responsables de la empresa que ya estaban en la zona desde temprano nos indicaron que debíamos caminar un “pequeño” trayecto hacia donde se realizaba la actividad. Si durante el camino había olvidado por completo el inevitable y casi asesino taco aguja, luego de unos 10 minutos de caminata pude sentir la “punzante” razón del nombrecito de este muy usado calzado femenino. Al llegar al fin, entendí que el monitoreo no era tanto a los responsables de la actividad sino más bien de las percepciones de los asistentes. Mi jefa me indicó que debía empatizar con ellos, conversar un poco sobre la opinión que tienen sobre nuestros productos. Vamos, debía hacer una rápida investigación de mercado, así, sin preparación, sin preguntas ni speech, sola con mis recursos. Gran lección: estudies lo que estudies, te especialices en lo que te especialices, la clave está en ser “multifacética” en saber (y hacer) de todo un poco.
Regresando de aquella provechosa y divertida visita, me asignaron un pequeño cubículo medio oscuro y sin gracia (nada que una mano femenina no pueda arreglar). Cuando estaba dispuesta a tomar posesión de lo que sería “mi oficina”, sonó el teléfono. Nunca en mi vida había estado tan nerviosa por una llamada, miles de cosas pasaron por mi mente, las cuales prácticamente se resumían en ¿qué digo?, afortunadamente una compañera muy amable lo hizo por mí. Desde ese momento dije exactamente las mismas palabras que ella cada vez que me tocó levantar el auricular durante el día.
No pasó mucho tiempo para que llegara la hora del almuerzo. Esperé a que mi compañera de al lado (mi heroína del día) me hiciera alguna señal que significara “¡vamos!” y efectivamente así lo hizo, le agradecí al “Santo de los Practicantes” porque definitivamente NO quería comer sola. Noté muy entusiasmada que varios de los que trabajaban conmigo también se dirigían al mismo restaurante. Una vez que nos encontramos todos ya sentados, mi compañera me presentó “oficialmente” (mi jefa no pudo hacerlo temprano ya que salimos rápidamente de la empresa y al regresar ella se dirigió a una reunión). La verdad es que todos fueron sumamente amables conmigo (bueno, casi todos, un par de personas al parecer no les importaba “la nueva practicante”). Fue interesante notar durante el almuerzo como casi siempre las personas sienten curiosidad por “la nueva”, como algunos tratan de asustarte mirándote con cara de “¡pobre incauta!” y algunos otros con cara de “todo va estar bien” como reza un divertido jingle publicitario.
De vuelta a la oficina, me preparé para el siguiente reto laboral del día: darme cuenta que el encanto risueño de mi jefa era directamente proporcional a su desconfianza en el trabajo del resto. “Antes de hacerlo algo, investiga”, ese fue el lema que me quedó grabado desde ahí. Lo primero que hizo fue dejarme una tarea que ampliaría de alguna manera mi interés sobre el marketing, me dijo que indague acerca de social media, además de Google Adwords y Google Analytics; gracias a ello conocí un paquete de herramientas en la nube muy interesante, dichas herramientas me ayudaron a desarrollar, posteriormente, algunas habilidades en marketing digital, además que pude conocer más a fondo el e – commerce y descubrir las startups. ¡Debo confesar que durante el tiempo que anduve investigando no había estado tan entusiasmada en mucho tiempo!
La tarde transcurrió de manera rápida. Antes de irme, mi jefa me comentó que mañana me iba a asignar una tarea igual de interesante que la de hoy: conocer el modelo de negocio de la organización y quienes estaban en ella (al menos con los que iba a tener mayor relación). Me despedí de ella agradeciéndole por tan interesante primer día. Desde ese día, entendí que aprender y divertirme seria la clave que hallaría para ver a mi empresa como a otro tipo de Disneyworld. Volví al día siguiente aún más entusiasmada y así por los siguientes meses.